En su Informe Anual 2022, el FMI pone de relieve un escenario global marcado por crisis superpuestas y un campo minado de vulnerabilidades y riesgos tanto de coyunturales como de cambio estructural.
Difícilmente el diagnóstico del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre la situación del mundo podría ser más sombrío al que presenta su Informe Anual 2022, recién publicado. Desde el título general: “Una crisis tras otra”. Para su Directora Gerente, Kristalina Georgieva, “la economía mundial se enfrenta a la mayor prueba desde la Segunda Guerra Mundial”, y el recuento de los hechos y las circunstancias que la llevan a ese dictamen parecen darle la razón.
Primero, la pandemia, que en el último año “continuó imponiendo un enorme costo sanitario y socioeconómico que afecta la vida de las personas y sus medios de vida en todas partes”: justo en medio de la recuperación, surge un segundo shock sin precedentes: la invasión rusa a Ucrania, con millones de refugiados que han huido del conflicto, otros millones desplazados dentro de ese país, consecuencias económicas profundas, con un aumento de los precios de los alimentos y la energía, y la inflación generalizada, golpeando sobre todo a los sectores más vulnerables. Y esto precisamente cuando un alto endeudamiento –en el caso de los gobiernos, sin precedentes– y el endurecimiento de las condiciones financieras en el mundo dificultan aún más el apoyo de los gobiernos a esos grupos.
Georgieva señala que, en ese contexto, ha aumentado el riesgo de fragmentación del mundo en bloques geopolíticos y económicos, lo que podría echar por tierra los avances logrados durante decenios en el nivel de vida de la población. “Y mientras lidiamos con estos shocks, la crisis climática no se detiene”.
Campo minado
De acuerdo con el FMI, vivimos en un mundo más propenso a los shocks. En su exposición, el desarrollo de las vacunas contra el Covid-19 y el apoyo monetario, fiscal y financiero sin precedentes que se ejerció con el ascenso de la pandemia, incluyendo la asignación récord de derechos especiales de giro (DEG) del propio organismo por alrededor de 650 mil millones de dólares, hicieron posible una recuperación acelerada. Sin embargo, nuevas crisis complicaron el escenario: señaladamente, la invasión rusa de Ucrania, que implicó un retroceso para las perspectivas de la economía mundial.
Así, en la perspectiva del FMI, los riesgos económicos han aumentado significativamente, al tiempo que las tensiones geopolíticas y sociales se intensifican, al igual que la pobreza y la desigualdad. Más aún porque en muchos países se ha registrado un fuerte aumento de la inflación debido al encarecimiento de la energía, los alimentos y las materias primas, la escasez de mano de obra y las perturbaciones en las cadenas de suministro. Además, la deuda pública y privada alcanzó nuevos máximos, y con un espacio fiscal más limitado, muchas naciones afrontan disyuntivas políticas cada vez más difíciles, teniendo en cuenta que deben hacer frente a la espiral de precios, mayores riesgos macrofinancieros y la desaceleración del crecimiento económico.
Para el FMI, las economías de mercados emergentes y en desarrollo con un elevado endeudamiento en moneda extranjera y necesidades de financiamiento externo también deberán prepararse para enfrentar posibles turbulencias de los mercados financieros, como efecto del endurecimiento de la política monetaria de las economías avanzadas.
Deuda sin precedentes
El FMI hace hincapié en que las políticas extraordinarias de apoyo durante la pandemia estabilizaron los mercados financieros y gradualmente flexibilizaron la liquidez y las condiciones de crédito en todo el mundo, contribuyendo así a la recuperación. Sin embargo, los déficits aumentaron y la deuda se acumuló mucho más rápido que en recesiones anteriores, incluyendo la crisis financiera mundial.
Conforme a la base de datos del FMI sobre la deuda mundial, el endeudamiento general aumentó 28 puntos porcentuale,s hasta 256% del PIB en 2020, y alrededor de la mitad de este incremento puede atribuirse a los empréstitos contraídos por los gobiernos; el resto, a los préstamos obtenidos por sociedades no financieras y los hogares. Así, actualmente, la deuda pública representa cerca del 40% del total mundial, el porcentaje más elevado en casi seis décadas.
“Los gobiernos deben hacer frente a las dificultades derivadas del aumento de los precios de importación y de la deuda en un contexto muy incierto de inflación elevada y desaceleración del crecimiento”, señala el organismo. “La política de restricción monetaria para frenar la inflación habrá de aumentar los costos de la deuda soberana, lo que reduce el margen para el gasto público y aumenta la vulnerabilidad de la deuda, en especial en economías de mercados emergentes y en desarrollo”.
Como si lo anterior no fuera suficiente, el FMI refiere que en muchos casos se desconoce la magnitud de los pasivos y sus plazos. Por lo pronto, la proporción de países sobreendeudados o con alto riesgo de sobreendeudamiento se ha duplicado al 60% desde los niveles de 2015.
Fuerzas de cambio estructural
El FMI hace hincapié en que la crisis no sólo responde a variables de coyuntura. Pone en el campo de atención cambios de carácter más estructural y de largo plazo, los cuales, sin embargo, inciden en el entorno: “Si bien las autoridades económicas se centran en amortiguar el impacto de la guerra en Ucrania y de la pandemia, el mundo también enfrenta fuerzas arrolladoras de cambio a largo plazo, en particular en relación con los efectos del cambio climático y la revolución digital”.
“Inevitablemente, los impactos de estas fuerzas se sentirán en las balanzas de pagos de los distintos países, por lo cual será aún más importante encarar reformas estructurales y mejorar los marcos de política económica con el objetivo de aumentar la resiliencia y lograr un crecimiento inclusivo a largo plazo”, señala en Informe 2022 del organismo.
Así, en la perspectiva perfilada, los desafíos económicos —desde la pandemia y los efectos indirectos de la guerra hasta el cambio climático y la digitalización— “dejan al descubierto fisuras en el sistema económico y financiero mundial”. Por ello, esboza la probabilidad de que muchos países necesiten asistencia financiera adicional, y en esa línea, el FMI “está reconsiderando la manera en que presta servicios a sus miembros, como el asesoramiento en materia de políticas y las actividades de préstamo y de fortalecimiento de las capacidades, mediante, por ejemplo, la creación del Fondo Fiduciario para la Resiliencia y la Sostenibilidad en abril de 2022”.
El organismo subraya que el cambio climático impone grandes costos económicos y sociales, en parte porque contribuye a una mayor intensidad y frecuencia de catástrofes naturales que repercuten en la estabilidad financiera y macroeconómica. Para ello, debe ampliar rápidamente la escala de los préstamos que concede y su trabajo analítico, de vigilancia y fortalecimiento de lcapacidades, en particular abordando de manera más sistemática los desafíos asociados. Por lo pronto, en el ejercicio 2022, el clima fue parte de las evaluaciones de aproximadamente 30 países, incluidos Alemania, Barbados, Canadá, China, Estados Unidos, Fiyi, Malawi, México y Reino Unido.
En cuanto a la revolución digital, en informe refiere que formas digitales del dinero están evolucionando con rapidez, lo cual implica oportunidades inmensas, pero también enormes y complejos desafíos para las autoridades económicas. Es claro en que el tema tiene consecuencias de gran envergadura para la estabilidad del sistema monetario internacional.
“Es preciso diseñar y reglamentar el dinero digital de modo que los países miembros puedan beneficiarse, por ejemplo, de una mayor inclusión financiera y pagos más eficientes entre países”, señala el FMI, que enfatiza la necesidad de gestionar los riesgos asociados con la volatilidad de los flujos de capital y la pérdida de control de la política monetaria.
Dado que la cooperación internacional será fundamental para mitigar los efectos indirectos, el organismo tiene el mandato de ayudar a garantizar que la adopción generalizada de nuevas formas de dinero digital propicie la estabilidad financiera y económica de las naciones, así como la estabilidad del sistema financiero internacional. En ese sentido, interactúa regularmente con autoridades nacionales a fin de evaluar las políticas de cada país, identificar opciones y disyuntivas y contribuir al fortalecimiento de capacidades, colaborando estrechamente para ello con el Banco de Pagos Internacionales, el Consejo de Estabilidad Financiera, el Banco Mundial y otros grupos de trabajo internacionales y órganos normativos.
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